Una vez lanzada la flecha, no cambia su rumbo ó destino, dependiendo del blanco al que ha sido arrojada. (Anorak Emutiaa)
Sé que corro el riesgo de no lograr el lustre elemental y el acento exacto en las palabras que aguardan en filas nerviosas ir a presentarse delante del escritorio-pasarela lingüística que usted también maneja. Creo entender que cuando el talento nos es huraño, las ganas reemplazan ciertas plazas desabitadas de capacidades y el simple honesto impulso de comunicar algo, nos es suficiente. He ahí la médula motriz que atraviesa la columna vertebral de esta carta dilatada, a la cual, tantas veces le faltó el timbre y, penosamente, si me lo permite, ha tenido que venir un triste membrete de membranas indígenas rotas a empujar este sobre debajo de la puerta de los criados.
Quisiera evitarle el tedio de saborear alguna lisonja monótona a título de sus probadas capacidades literarias. No, no es eso lo que se discute, no es ello lo que aviva las brasas de estas palabras. Es todo lo contrario, y lo expongo, dispense usted mi brutal franqueza, en una pregunta ¿Cómo se puede ser tan talentoso en lo literario y tan fracasado en lo humano? Simplemente no le encuentro la rima. Parece incompatible, paradójico, contradictorio. ¿El arte al servicio del desastre o del desarme?
Los hay de aquellos que insisten que este mundo no es el mejor lugar para vivir, una gran mayoría. Los hay de otra cepa, que han sido entrenados para no saber más que de trivialidades y otros que saben que algo anda mal, pero prefieren mirar para otro lado y no liarse en asuntos complicados.
Y están aquellos a los cuales les encanta el orden en el cual están distribuidos los seres humanos en el planeta tierra, así como la riqueza de ésta.
Entiendo que mi explicación rudimentaria, ofensivamente básica quizás, avinagre su mirada, sin embrago, creo que es exactamente esto, algo tan sencillo y silvestre, lo que se le ha olvidado. No sé sí es conciente de que usted ha tomado palco y lado con la minoría que aterroriza a la humanidad.
Es doloroso ver como uno que habitó con los nuestros, como uno que recitó en la cima del Machu Pichu los versos de Neruda, como uno que habló y escribió subrayadamente acerca de sistemas económicos y sociales más justos, como uno que vio y sintió en carne propia las carencias y dolencias de la pobreza, se haya olvidado de todo. Y digo todo, porque también incluyo el auto-olvido, que debe ser un averno enfermo creado y criado por personas realmente desequilibradas. Porque uno puede dejar de coleccionar tangos y simplemente no realizar más está acción, pero de ahí a criticar a los coleccionistas de tangos, al tango mismo, a sus bailarines, creadores, escupir los bandoneones y lo que es peor, proponer o alabar el baile de la muerte, atado de cuello, manos y pies, puesto de rodillas contra una muro, todo esto adosado melosamente al exquisito compás marcial, parece horrible.
Sin olvidar la pena insondable de como una astilla del propio palo se entierra en el pecho de los árboles.
No quisiera especular acerca del posible indiscutible trauma que usted haya vivido, imagino que ha sido una especie de violación intelectual radical, bastante traumática, tanto, que lo hizo borrar, como sistema de autodefensa primitivo, cualquier estadio en el cual usted haya gritado por un mundo mejor. Y así, en su lozano trauma de olvidarse de si mismo, quisiera que esta carta le lleve, aunque sea, alguna postal olvidada de sus años jóvenes. ¿No extraña a ese ser humano encerrado entre costillas doradas?
Entiendo que los poderosos escalan posiciones a costa de las procesiones de los pobres, entiendo que hay escritores que escalan posiciones a costa de las composiciones que le hacen de los pobres.
Bien sabe que la cultura en su gran totalidad proviene de la gente pobre, bien sabe que los artistas más grandes, por lo general, se educan bajo la estricta maestra del hambre ó bajo el severo alero de un maestro de sudores envueltos en sangre.
Perdimos a uno de los nuestros, es triste ver, a un amigo, disfrazado de bufón de palacio o cortesano de piruetas, vueltas y muecas que encantan a los señores.
Creo entender que es bien poco probable que un afectado por la mordida de un clan de chupasangres y vampiros de papiros diplomados por el sin fondo monetario internacional, pueda volver al cauce claro de los ideales y no se sienta a sus anchas por las cloacas del imperio. Sin embargo, ¿Qué se pierde con intentarlo?
Baladí pudiere resultar éste, quizás, innecesario esbozo biográfico de su merced, pero creí necesario mostrar lacónicamente la historia de las líneas de sus palmas, como así también, ratificar, resumidamente su oficio de ofidio de piedras tibias, antes de comentarle lo que nos adolece
Hace un pestañeo de semanas atrás, entiendo que asistió a Venezuela para declamar acerca de las libertades económicas, la justa emancipación liberal, el estreñimiento neuronal europeo de aún no aceptar los resultados del sufragio (naufragio para ustedes) universal electoral, más otros asuntos financiados por quienes ponen el pan sobre su mesa y pagan su criada, que tiene prohibido hablarle cuando usted merienda.
Usted, más una cáfila de destacados intelectuales, de los cuales, no sé ningún nombre, se presentaron a debatir y urdir asuntos varios publicados por ciertos diarios que usted tan bien conoce.
El asunto es que, a sabiendas de lo preocupado que usted está por el buen curso de la América morena, me he atrevido a escribirle pensando que tal vez, levantará su mano rugosa y apuntará con su poética cutícula denunciando y solidarizándose con los indígenas asesinados brutalmente en el aciago suceso acaecido con fecha Cinco de Junio, año de los Señores, 2009, en lo que tristemente se conoce como La Matanza de Bogua, lugar ubicado en un lejano País que alguna vez, entiendo, usted visitó.
Resulta que un sádico encomendero de noble apellido español, García, respaldado por el omnipresente poder del dinero cuajado y distribuido en la casi totalidad del cuerpo del estado, ha primero, obsequiado, por una mínima caricia metálica en sus bolsillos, nuestros territorios ancestrales y sagrados a insignes compañías que cuentan los minutos en que nos muramos, para así usar nuestros huesos como adoquines para sus caminos.
Somos los Shawis, los Chayawitas, los Candoshi, Cocama-cocamilla, los Shibilos, Awajun-wampis, entre muchos otros de la familia linda y unida de los Jíbaros, que conforman las más de 50 etnias en el Amazonas. Permítame agregar, a modo anecdótico, que somos de aquellos que encogíamos la cabeza de nuestros enemigos, (Tsantsa) sólo que nosotros lo hacíamos con la parte externa de las cabezas, nunca dentro, como es su caso.
Continuando con mi narración, lo cierto es que han enterrado ciertos decretos con el amargo sabor del déspota que los redacta o firma o declama sobre nuestra selva.
Casi 70 millones de hectáreas serán entregadas como áreas de enriquecimiento a costa del sufrimiento de tantos. Las mismas compañías de energía y madereras que asolan otras tierras, y países hermanos, lamentablemente han fijado su mirada en nuestros patios.
Fuimos a sentarnos a la calle por semanas en plan de protesta, fuimos a dormir con la intemperie, a pernoctar con nuestros antepasados que nos acunaron con sus voces pequeñas.
El pasado viernes, aún no se levantaba la mañana, cuando libélulas de aceradas alas, escupían balas sobre cualquier cosa viviente, aún, muchos no entienden cómo se puede enlatar el humo del infierno o de los volcanes y arrojarlo sobre los niños y mujeres. Muchos no conocían ni en sus peores pesadillas el aroma tan denso de la muerte.
Nos defendimos. Piedras, palos, flechas y lanzas. Somos humildes, pero soberbios cuando tocan a uno de nuestra gente. Y como bien ha dicho uno de los nuestros, “Si alguien ataca nuestro panal, saldremos todos a defender la miel que alimenta nuestras aldeas”.
Muchos han caído, algunos han sido exiliados de sepulturas dignas, y han sido obligados a dormir en el lecho de los ríos, otros han sido quemados para usar sus cenizas como abono en las terrazas, usted bien sabe que ocultando el cuerpo, se oculta el delito.
Es penoso, pero lamentablemente también tuvimos que matar, matar para que no nos siguieran matando. No se puede conversar con el Otorongo (Jaguar) cuando éste tiene sus dientes enterrados en los brazos, los costados. Que más hubiésemos querido, el poder sentarnos allá en La Curva del diablo y parlamentar nuestros desacuerdos. Pero parece imposible cuando quien nos interpela profiere balas y palos contra nuestros rostros.
Si esto hubiera ocurrido en Bolivia, Venezuela, Cuba u otros lados, creo que el silencio no hubiere sido lo único, que tanto su boca, como su pluma pronunciarían en estas horas.
Es así que, imaginando que existe cierta ética, cierto grado de correlación, de consecuencia en sus publicitadas apariciones y opiniones, sabrá hacerle honor al decoro que cada persona se precie y a su desarrollada boca para “denunciar” tanta fechoría.
Asoma obvio que el realizar una acción de esta envergadura, podría indisponer de muy mala manera a sus desinteresados, nuevos amigos, pero. Ponga atención por favor.
No muy al interior del Amazonas, pero no tan lejos tampoco, hemos dispuesto la construcción de una casa verde para usted. Color que adquirirá a raíz del abrazo feliz de las lianas en bienvenida, además de una hamaca hecha con el cabello donado por niños y mujeres nativos. Estamos dispuestos a recolectar un saco de arroz, un costal de quínoa, patatas frescas. Jugo o sopa de mandioca todas las mañanas, frutas varias, además de un bulto de hojas blancas limpiecitas, dos lapiceros y un bolígrafo que encontramos llorando entremedio de unos arbustos.No tendrá neones particulares o privados donde tanto se solazan polillas de todos los rincones y colores, pero tendrá la luna a campo abierto para reflexionar, luna que será para todos, luna libre, donde, si gusta, la miraremos juntos cada noche.
Obtendrá la investidura moral de ser un ciudadano de la Amazonía.
Sabemos que no es mucho lo que le ofrecemos, pero le aseguramos que no hemos robado, ni matado, ni saqueado, ni estafado a nadie. Todo lo que le ofrecemos es producto de nuestro trabajo. Trabajo justo por lo demás, sin explotar o humillar a nadie.
No le pedimos que empuñe nuestras lanzas, pero entendemos que el sindicato, aldea o tribu de palabras en frases y oraciones son certeros movimientos que hacen temblar la mesa de quienes tragan la comida a costa de la carestía e inopia de los demás.
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