Mario Vargas Llosa,
¿intelectual comprometido con su tiempo?
A propósito del Premio Nobel de Literatura 2010
En medio de los ánimos aun caldeados por las recientes elecciones municipales y regionales en el Perú, y con la atención pública volcada a la espera del resultado final del conteo de votos, cayó una noticia de tremendo peso histórico para nuestro país en general: la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura 2010 al afamado escritor peruano Mario Vargas Llosa, “por su cartografía de estructuras de poder y sus mordaces imágenes de la resistencia individual, sublevación y derrota”, como mencionó un miembro del comité encargado.
Desde que se instituyeran los premios Nobel en 1901, bajo responsabilidad y mandato testamentario del famoso inventor y químico sueco Alfred Nobel, se ha celebrado año tras año este certamen entregando galardones en merito al reconocimiento de hombres y mujeres que marcaron la historia en diversos campos del quehacer humano, siendo la Literatura la cuarta mención de los cinco preciados premios de la Academia.
Al mismo tiempo que esta premiación generaba los más encendidos saludos y hasta discursos oficiales en el Perú a cargo del gobierno central con Alan García a la cabeza –otrora enemigo político de Vargas Llosa- y del gobierno regional de Arequipa, tierra natal del hoy premio Nobel, quienes no escatimaron en elogios y proyectos de homenajes de carácter oficial con días de feriado incluido. Del mismo modo ya la prensa internacional hacia reseñas y crónicas sobre la vasta obra literaria del autor peruano, haciendo hincapié en su prodigiosa pluma, su verso envolvente y su capacidad creativa en narrativa y periodismo que ejerció desde temprana edad.
Del mismo modo, se hizo menciones notorias sobre su papel como intelectual de nuestro tiempo y su posición respecto a la política latinoamericana y la europea. Entrando a tallar su abierta adhesión al liberalismo como forma ideológica de interpretación de la realidad.
Por lo mismo, fue elogiado por su “defensa de las libertades del individuo frente a todo totalitarismo de cualquier sector político”. A la par de su innegable calidad de escritor se le señala como un paradigma de pensador comprometido con su tiempo, esto sumado a una de sus primeras declaraciones ante la prensa, cuando dijo que “yo soy el Perú”. Es justamente de esta frase de la que partirnos para el desarrollo de este texto.
¿En qué momento se jodió Vargas Llosa?
En el libro Conversaciones en La Catedral, la obra empieza con una reflexión de Santiago Zavala, “Zavalita”, que recae en una pregunta: “¿En qué momento se había jodido el Perú?”. Esta pregunta se hizo común en el argot popular peruano y hoy bien podríamos aplicarlo al autor intelectual de tal frase.
Mario Vargas Llosa nació en Arequipa (Perú) en 1936, y desde adolescente mostró sus trabajaos literarios y escritos periodísticos en la prensa limeña. En 1953, durante el gobierno militar de Manuel A. Odría, Vargas Llosa ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde estudió Derecho y Literatura. Es allí donde participa en la política universitaria a través de la célula Cahuide, bajo control del Partido Comunista Peruano, entonces perseguido por el gobierno, contra el que Vargas Llosa se opuso a través de panfletos universitarios y en fugaces protestas públicas.
A partir de ese año, el escritor peruano adhiere a las ideas socialistas e incluso se hizo un fervoroso defensor de la Revolución Cubana y todo cuanto en nombre de la izquierda nacional y latinoamericana se hacía, llegando incluso a defender los procesos de nacionalización y reformas agrarias del gobierno del general Juan Velasco.
Se sabe que se inició en su militancia marxista bajo las enseñanzas del ex guerrillero Héctor Béjar y quienes le conocieron en aquella época señalan que su apasionamiento cuasi visceral por sus ideas ya se dejaba ver. Aquella convicción en la pronta revolución socialista y popular era manifestaba por el joven escritor sin reparos aparentes.
Pero luego, se dio su ruptura con esta misma izquierda con el caso de la autocrítica del poeta cubano Alberto Padilla, aun cuando hace poco tiempo había escrito lo que muchos consideraron “el mejor ensayo latinoamericano de defensa de la Revolución Cubana”. Luego de este “desencanto” se acerca al Partido Demócrata Cristiano de Héctor Cornejo Chávez, esperanzado en que dicho partido lanzaría la candidatura de José Luis Bustamante y Rivero quien, por aquel entonces, regresaba del exilio. Durante este tiempo, trabajaría como asistente del renombrado historiador sanmarquino Raúl Porras Barrenechea en una obra que nunca llegaría a concretarse: varios tomos de una monumental historia del Perú.
Desde entonces inicia su carrera literaria ligada estrechamente a su nueva posición ideológica: un liberalismo fiel a los principios de las supuestas libertades individuales, pero más incisivo en las libertades económicas y de mercado, que en nuestra región se ha traducido siempre como sustento teórico de lo que en realidad se aplicó como neoliberalismo salvaje, que en la practica llevó a Vargas Llosa a apoyar –en su momento- descaradamente a regímenes fascistas como el Pinochet en Chile en su marcha por arrasar con las oposiciones de izquierda e imponer los designios de los Chicago Boys, liberalismo económico en beneficio de la burguesía nacional e internacional.
Luego, en 1987 el escritor peruano encabezó una de los mítines que por entonces la derecha peruana, asustada por un gobierno populista del Apra de aquellos años, realizaba. Aquel año encabezó la oratoria de la noche contra los intentos de estatización de la banca de un joven Alan García, que fue atacado y acusado por un furibundo Vargas Llosa. Vargas Llosa y la política
A partir de ese momento se convirtió en líder de una coalición de derecha, el Frente Democrático Nacional (FREDEMO), que poco después lo proclamó candidato a la presidencia de la República. Donde, como ya se sabe, perdió las elecciones frente aun total desconocido de rasgos japoneses en 1990. Sobre esta derrota, se le ha reprochado haber anunciado con prontitud su programa neoliberal, mientras su opositor, Alberto Fujimori, sostenía que iba a gobernar sin ese programa y contra él. Apenas encaramado en el gobierno, Fujimori procedió a desmentirse y a aplicar el mismo modelo que su opositor.
Sobre este contexto, el periodista César Lévano en su columna cotidiana nos recuerda que “un episodio poco conocido de esa etapa, ocurrió cuando Luis Bedoya Reyes desmintió unas declaraciones de Vargas Llosa, que había informado de un acuerdo del Frente para que el candidato para la alcaldía de Lima fuera Eduardo Orrego, de Acción Popular, y el del Callao, un miembro del Partido Popular Cristiano. Bedoya quería que los dos candidatos fueran de su partido. Mario se indignó, renunció a la candidatura presidencial y viajó a Europa. Costó convencerlo de que retornara a la lid”.
Por lo demás en cuanto a su accionar político, se sabe que Vargas Llosa es enemigo enconado de los gobiernos de Fidel Castro en Cuba, de Hugo Chávez en Venezuela y de Evo Morales en Bolivia. A quienes acusa de dictadores, autócratas y demás, ganándose para si mismo simpatías generales de sectores conservadores, de derecha neoliberal y de políticos opositores que desde sus países de origen, desde Miami, desde la oligárquica Santa Cruz, desde la comodidad europea y bajo el auspicio de Washington preparan asonadas en Latinoamérica para recuperar el poder que sienten que “les pertenece”.
Del mismo modo, no podemos olvidar cuando nuestro hoy Nobel de Literatura defendió la invasión y agresión a Irak, partiendo del supuesto de que Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva, tal como pregonaba el discurso imperialista. Además como olvidar sus opiniones y declaraciones con motivo de la masacre a comunidades amazónicas en las jornadas de lucha del 2009, cuando Bagua fue el epicentro de la resistencia amazónica frente a la usurpación de tierras originarias para vendérselas a las transnacionales, bajo gestión del gobierno aprista y la venia de la derecha peruana.
Sobre esos hechos, no protestó por la agresión a los pueblos amazónicos, no defendió sus libertades individuales ni sus derechos democráticos, no defendió el derecho a la libre autodeterminación, no se opuso a la barbarie policial que regó de sangre la selva peruana, no se indignó con el autoritarismo del gobierno tranzando con la oligarquía criolla, no criticó la presencia de bases militares norteamericanas en suelo peruano, no acusó al presidente por su afán de lotizar y comercializar todos los territorios nacionales ni cuando desde el gobierno se atacó a todos aquellos a quienes se oponían cavernariamente al progreso y la inversión”. Quizá porque en su novela “El Hablador” presenta un personaje que parece haber inspirado mamotreto divisionista “El síndrome del perro del hortelano” de Alan García.
Entonces es curioso –por decirlo menos- que la Academia Sueca haya premiado a Vargas Llosa por “su exploración de la cartografía del poder”, cuando hasta ahora él ha omitido el análisis del poder del dinero, del mercado y del imperialismo, la repercusión de la acumulación de riquezas y de poder político en unas cuantas manos que controlan y dirigen los designios populares. El Nobel de Literatura no ha se pronunciado sobre el poder financiero que aboga y paga las invasiones a pueblos enteros y los somete en nombre de la democracia y la libertad.
Vargas Llosa o la imposición del pensamiento occidental
Pero dejemos un momento de lado su vida política y sus extravíos ideológicos en beneficios de las burguesías liberales y veamos su papel y su estructuración literaria, de quien en 1993, a sus 57 años de edad, adoptó también la nacionalidad española.
Cuando atravesamos tiempos de reacomodos en el poder político mundial, cuando atravesamos contextos de convulsiones sociales en Latinoamérica y el mundo, cuando las masas desposeídas reclaman nuevos paradigmas referenciales o nueva cultura al acceso de todos. Cuando se pide compromiso de los intelectuales en su papel de mentes liberadoras de la ignorancia popular junto al pueblo sufrido, como lo reclamaba y lo ejercía Manuel González Prada en 1905 con su discurso “El intelectual y el obrero”, tenemos a “representantes” de nuestra lengua que no han dudado en construirnos mundos ideales basados en sociedades y practicas ajenas a la cosmovisión que guardan nuestros pueblos.
Como el caso el mismo Vargas Llosa, cuando escribió en 1996 “José María Arguedas. La utopía arcaica y las ficciones del indigenismo”, donde el novelista arremete injustamente contra Arguedas, a pesar de que en 1964 le confesó al periodista Lévano que (Vargas Llosa tenía) “una gran admiración por Arguedas. Él parte de una realidad concreta. En él, el detalle anecdótico adquiere una dimensión universal. En literatura, folclor es pintoresquismo; realidad vista con ojos forasteros. Arguedas escribe desde adentro”.
En su escrito sobre Arguedas, el escritor hispano-peruano revela un evidente arcaísmo tanto metodológico como teórico. Esto se observa en la manera como se acerca al texto literario y en sus ideas sobre el pensamiento mítico. Pues en dicha novela se puede observar con claridad ciertas incoherencias entre la teoría de la novela, sustentada la metodología de interpretación textual, aplicada al análisis de cada una de los relatos de José María Arguedas.
“Considero que existe, en algún sentido, una contradicción entre el marco epistemológico y el método de análisis textual. Mientras que el primero subraya que la literatura construye su propio referente y, por consiguiente, ella no debe comprenderse desde una perspectiva referencialista; el segundo pone de relieve que los textos arguedianos reflejan los traumas del autor y de ese modo el crítico cae en la trampa del referencialismo psicologista, tan peculiar a la estética positivista del siglo XIX. El discurso artístico, pues, revela los traumas del autor real, según Vargas Llosa”, ha señalado ciertamente el crítico literario, miembro de la Academia Peruana de la Lengua y profesor universitario, Camilo Fernández Cozman.
Por su parte, Vargas Llosa afirma que la literatura no expresa una verdad rigurosamente histórica. La literatura no puede determinarse de acuerdo con un modelo preexistente. No refleja la realidad como un espejo. Vargas Llosa distingue la ficción literaria del discurso sociológico. La primera tiene su propia lógica y dinámica; en cambio, el segundo es de naturaleza diferente. Sin embargo, él mismo matiza su afirmación: "Esta reconstitución sediciosa de la vida en una ficción, a imagen y semejanza de una historia personal -en la que, desde luego, se refleja también la Historia a secas-, es lo que intentaré describir en este capítulo sobre los cuentos de Arguedas", señaló en el libro que citamos líneas arriba.
Entonces, observamos que Vargas Llosa critica a lo largo de “La utopía arcaica” las lecturas referencialistas de la obra artística. La teoría del compromiso puso de relieve que la función de la literatura era documentar el Perú profundo. Según Vargas Llosa, se creía equivocadamente que la literatura era un quehacer mimético, explicable sociológica e históricamente.
Vargas Llosa se comporta frecuentemente como un terapeuta a quien Arguedas no le pudo pagar la consulta. Pone de relieve que los cuatro relatos eróticos inéditos de Amor mundo fueron "escritos, por consejo de los médicos, como posible terapia para los traumas que dejaron en su personalidad aquellas experiencias sexuales de infancia". Según el autor, "Arguedas ha proyectado en ese personaje recurrente de sus relatos, el niño que fue".
En toda la obra de Vargas Llosa, y su repercusión en todos sus trabajos posteriores, se sigue observando el talante occidentalista o europeizante de este autor para “criticar” lo que el creía atrasos culturales, lastres de utopías absurdas, sentimientos ocultos, resentimientos frente a lo nuevo y que nada tenían que ver con la visión del hombre moderno y modelo que nos pretendía crea.
¿Defensor de la libertad, la verdad y la democracia?
Para la historia peruana, quedara en el recuerdo aquel 26 de enero de 1983, cuando ocho periodistas fueron asesinados por militares peruanos en la aldea de Uchurajay, Ayacucho (en plena guerra interna). Por ese entonces, el ya autodenominado “defensor de los derechos humanos y adalid de la libertad de expresión”, Mario Vargas Llosa presidió una comisión especial cuyo cometido no fue el de hallar justicia para los periodistas asesinados ni mucho menos, sino exculpar a sus asesinos y de paso, echarles la culpa a los campesinos “brutos e ignorantes” de la zona. Y todo ello con el noble propósito, según él mismo, de "defender la democracia".
El entonces presidente del Perú, Fernando Belaúnde Terry, designó una comisión investigadora, que presidió el escritor peruano Mario Vargas Llosa, cuyo informe final señalaba que “los periodistas pudieron ser asesinados al ser confundidos con terroristas”. Esta versión fue descartada cuando, meses más tarde, fue hallado el equipo fotográfico del periodista Willy Retto, una de las víctimas, con rollos que al ser revelados mostraron escenas en las que los periodistas se estaban identificando ante los campesinos.
Cuando el Tribunal de Ayacucho le increpo estas evidencias y pregunto a Vargas Llosa porque había falsificado la verdad, este admitió que aceptó colaborar con el gobierno "para salvar la democracia". Quedó así probado que esta comisión no fue a Ayacucho a esclarecer los hechos, o a rescatar la verdad de los hechos, sino a encubrir el crimen de las Fuerzas Armadas.
Luego de este informe, Vargas Llosa nunca reconoció su deuda con los campesinos que, por su Informe, fueron perseguidos, torturados y enviados a la cárcel. Jamás reconoció su deuda al país por semejante atropello a la verdad y libertad de inocentes. Tampoco admitió, siquiera como hipótesis de su investigación falseada, que los militares pudiesen ser autores del crimen. Le pagaron para encubrir tal crimen y este vendió su fama de buen escritor como vulgar.
Pero por el contexto político de entonces y por los entramados de la política peruana actual, este escritor goza aun de impunidad y hasta recibe honores por aquella “investigación” de la vergüenza. En lugar de arrepentirse o de ponerse a derecho, Vargas Llosa optó por declararse español, para salvarse de cualquier otro intento de juicio, como lo intentaron los magistrados de Ayacucho.
Para terminar este recorrido breve sobre Vargas Llosa, podemos decir que este galardón solo viene como distractor especial que ahora el gobierno utilizara en lo que es la ultima recta de su gestión. Ahora los discursos de unidad nacional, de orgullo patrio, de reconocimiento del Perú en el mundo, resonaran como campas de iglesia.
Quienes se atrevan a criticar este galardón, serán tachados de antipatriotas, de aguafiestas (títulos que no nos incomodan para nada) por la osadía de oponerse al accionar político e intelectual de Vargas Llosa.
Y como mencionamos a inicios de este texto, cuando Vargas llosa dice que “él es el Perú”, le recordamos que no es cierto. Que el Perú es el territorio que aun sufre asedio y sometimiento constante, el Perú también lo componen los grandes sectores marginados, excluidos, relegados de hombres y mujeres bombardeados por propaganda ajena a sus intereses.
El Perú es el mapa donde si dibujan huelgas y paros mineros, agrarios, populares en defensa de los recursos naturales y las tierras originarias. Es el escenario donde la derecha y la burguesía criolla –a la que pertenece Vargas Llosa- juega a la repartija de todo cuanto pueda venderse y comprarse, incluyendo los destinos populares.
Y sin caer en afanes nacionalistas ni chauvinistas -que de plano también rechazamos y confrontamos- decimos que el Perú es el puñado de luchas, de protestas, de esperanzas que quizás pudo sentirse reflejada si hablaríamos del Nobel a un César Vallejo, José María Arguedas o a un Ciro Alegría. Donde puedan sentirse todas las sangres y no solo los caprichos de un puñado de interesados. Pero ya vemos que la Academia se equivoca, que no es infalible que tener faros del pensamiento. Nosotros quienes nos adherimos sinceramente a la libertad real, a la democracia vital y humana, nos ponemos frente a este escritor que no es el Perú, sino su propio ego e interés político y económico.
Franz García U.
09 de octubre, 2010.
2 comentarios:
Hay una omision en relación a la trayectoria de MVLL. El escribidor estuvo en la comision del caso Uchuraccay, para averiguar por la muerte de los periodistas asesinados en dicho paraje ayacuchano. La comision no encontro ningun responsable. MVLL dejo que todos se fueran a sus casas felices, empezando por el general Noel. Esto es una huella indeleble de injusticia en la ya muy sinuosa trayectoria del escritor de derechas.
Este inbecil llamado mario vargas llosa, no es mas que un neoliberalista el cual solo esta de parte de el capitalismo, sus intenciones son buenas, pero en los hechos el esta ligado a una cadena la cual jamas le va a dejar ayudar al pueblo andino, un ejemplo claro: el se opone a la revolucion ¿porque? porque con una revolucion sus intereses desaparecerian.
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